sábado, 5 de junio de 2010

¿Vienes conmigo?

¿Vienes conmigo?

Pregunta deseosa de estar

a mi lado,

la reina de las madrugadas tristes.

No le contesto

Tratando de contestarle

Con la mirada.

Observo sus cejas que se alzan

Presagiando,

La llegada de una nueva

Lluvia de roces

Y lengüetazos furtivos.

¿Vienes?

Pregunta de nuevo.

Se acomoda en la cama,

Que no es otra cosa,

Más que un colchón aderezado

Por sarapes de origen ancestral.

Decido acercar mis adentros hacia ella.

Me muevo con dificultad a través

De la espesa capa de miedo

Que reposa tranquila en la habitación.

Repito su nombre en la mente

Intentando aterrizar el avión

Que mi memoria ha lanzado al espacio tiempo atrás.

Me recibe con los brazos bien calientes

Una vez que ha trepado torpemente

Sobre el nicho ahora sagrado.

Culpo a la vida,

A la tierra,

A mi madre y

A dios,

Por haberme abandonado en este sitio

Donde la felicidad olvida que

Debe despertar de ese coma eterno y

Observar el techo frío y gris

Que es este cielo.

Intento llorar y no puedo.

Intento besarla y al verme indefenso,

Sube su pierna izquierda sobre mi cuerpo.

Me enpierna.

El sudor es ahora

Tan sólo un sueño que se repite

Y que nunca termina.

A ella no le interesa,

Saber si estoy

Listo o no.

No desea otra cosa

Más que mi corazón podrido

Y

Mi semilla dentro de su vientre.

Siento su sexo moverse

Y restregarse contra mi muslo.

La escucho subir por

Mi cuerpo inerte

E indefenso que apenas palpita.

No encuentro otra opción

Sino buscarme dentro de

Su jardín soleado.

Descansaré dentro de ella.

Le daré mis últimos respiros y

Crearé,

Como si fuera barro húmedo,

Una vasija que contenga mis dolores

Y mis fobias.

Encontraré dentro de ella

La mitad que creo

Me corresponde.

Llegaré a ese lugar donde la vida

No raspe

Tanto.

Moriré dentro de ella.

Veré el último fulgor

De mi mente,

De mi alma podrida,

Reflejado en sus ojos.

Ella ahora observa el techo.

Me recibe como cualquier otro día.

Como un caballo que espera la

Montada de su jinete,

Cada vez que el gallo canta.

Agustín Vélez

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