Otra carta a mi hijo.
No soy escritor, sólo escribo lo que pienso. No sé si escribo bien lo que pienso o si pienso bien lo que voy a escribir, simplemente escribo. Nunca he querido ser escritor, sin embargo algo debe haber dentro de mí que se transmitió al Agustín Vélez que es mi hijo y a la vez el nieto del otro Agustín Vélez, este último con un Gallegos como segundo apellido. Él sí que escribía, era poeta, tenía algo de loco pero no era músico.
A mí me gusta leer y escribir y también escuchar y disfrutar de la música. Pero, no soy ni músico, ni poeta, aunque sí loco. Mi hijo, el tercero de los Agustín Vélez, algo heredó de los dos anteriores, mi papá y yo. Escribe como loco, desaforado vomita palabras como ladrillos de un castillo, construye, crea, disfruta lo que crea. Otorga tonalidades a las frases, las hace cantar, como creador, les da vida. Se siente Dios y lo dice abiertamente y en lo corto, en su terapia.
Es cierto, hace 12 años escribí una carta que, al igual que ahora, tuvo su origen en la necesidad de decir algo. Entonces quería confiarle mis pensamientos acerca del sentido de mi vida, de la de nadie más, pero, como es mi hijo, los hizo suyos. Les encontró su propio sentido y lo agradece. Cuando soy yo quien le agradece haberles encontrado algún sentido a ese manojo de palabras que liberé de mi cuerpo; ellas querían salir y yo las dejé ir. Sirvieron de algo.
Crecí con una frase en mi cabeza: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar” “Caminante, no hay camino sino estelas en la mar”
A mi hijo con amor de orgulloso padre
Ciudad de México, al final de la primera década del siglo XXI
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